Tras
disfrutar el pasado mes de junio de una excelente velada en Cañadío (ver post), gran exponente de la
cocina cántabra en Madrid, acabamos de conocer La Maruca (en honor a la playa próxima a Santander), nueva apuesta de su dueño, Paco Quirós, que ha
abierto sus puertas a primeros de noviembre. Frente a la exquisitez
de muchos de los platos de Cañadío, en La Maruca percibimos una
orientación más comercial que estrictamente gastronómica aunque igualmente
basada en recetas tradicionales y materias primas de calidad; sin embargo, es precisamente
esta combinación de cocina fácil pero bien hecha y precios moderados lo
que está propiciando un gran éxito pese a su corto recorrido. A ello
sin duda contribuye su ubicación en la calle de Velázquez esquina con Ayala, lo
cual le aporta un tipo de público habitual del barrio de Salamanca que imprime
su propio estilo al restaurante y genera concurrencia (y recurrencia).
El local es
grande, con una estética decorativa que nos recuerda a la de Luzi Bombón o el Pract&co con tonos claros en paredes y
mobiliario y decoración sencilla, que dan como resultado un ambiente
confortable y acogedor. En la entrada, exteriormente hay una zona cubierta y con
estufas a modo de terraza, interesante para fumadores. En el interior hay una antesala
con sofás y chimenea, muy agradable para la espera. El comedor se distribuye en
dos plantas y en la inferior hay un reservado para una docena de personas.
La carta es diferente
a la de Cañadío. Existe
profusión de entrantes, muchos de ellos muy apetecibles; optamos por las rabas
de Santander y las croquetas de carne de cocido, muy buenas ambas elecciones,
aunque otras opciones atractivas eran las anchoas de Santoña, la cecina de
Liébana, los buñuelos de brandada de bacalao gratinados y los canelones
rellenos de pularda con salsa de foie.
Como platos principales, tres propuestas entre los pescados: pulpo a la
plancha, tacos de bonito con piperrada y tajada de merluza y, entre las carnes:
albóndigas de ternera – un poco fuertes-; San Jacobo de lomo de Potes –rico,
aunque nos gusta más el cachopo de Ten
con Ten- y el cordero al horno deshuesado, muy jugoso. Entre los postres
probamos la tarta de queso casera con frambuesa, deliciosa, aunque no más que
la leche frita.
El servicio es agradable aunque
se le nota un tanto desbordado por la gran afluencia de público que está
experimentando el restaurante.
Nuestra valoración general: 7/10.
Precio
medio: 25€ por
persona, bebidas aparte.
GastroTip: restaurante muy apropiado para comidas en familia;
platos apetecibles y ambiente informalmente elegante. Una de las estrellas de
este invierno por su relación calidad/precio.
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