miércoles, 30 de mayo de 2012

El Mentidero de la Villa. Para grandes conversaciones.

El pasado mes de septiembre se trasladó desde su anterior ubicación en la plaza de las Salesas hasta al actual local en el número 20 de la calle de Almagro.  El Mentidero de la Villa toma su nombre de los espacios donde la gente se reunía para charlar y entablar largas conversaciones allá por el siglo XVI.
Dispone de un amplio local que se distribuye –con recovecos- a lo largo de dos plantas: la inferior, con acceso directo por la calle de Zurbano y en la que se ubica el espacio que denominan “Mentidero&Gin”, vestido con mesas bajas y grandes sofás y una decoración sofisticada (blanco, negro y marrón, papel pintado listado), en el cual se puede tomar al café tranquilamente o una copa, respondiendo a la fórmula afterwork ya generalizada en las recientes aperturas en Madrid. También cuenta con una barra donde degustar unas tapas a precios más moderados que en el restaurante principal. Éste se encuentra en la planta superior, aunque ocupa igualmente parte de la planta baja (especialmente los reservados). Su decoración es sofisticada y con un toque de modernidad; paredes enteladas en beige oscuro conviven con algunos paneles de madera y en dos de los lados del restaurante se disponen sendos sofás alargados en “antelina” de tono anaranjado. Mesas elegantemente vestidas, con cubertería de Meneses y vajilla de Villeroy Bosch. Estéticamente, muy acertado en su conjunto.
La apuesta gastronómica se basa en cocina tradicional, de mercado, con materias primas de calidad y buena presentación. Nuestra reciente experiencia aquí ha sido muy satisfactoria. Antes de comenzar nos obsequiaron con un aperitivo a base de crujiente de chistorra, así como con  unas jugosas aceitunas. La carta es breve, pero con numerosos platos atractivos.  Entre los entrantes llamaron nuestra atención las croquetas –de jamón y de carabinero-, los canelones de langostinos con jugo de carabineros y las mollejas de ternera lechal a la plancha, aunque nos decantamos por el salmorejo, que sirven en una pequeña cazuela y los ravioli de trufa blanca, boletus y foie fresco a la plancha. Estaban muy sabrosos, aunque un tanto salados. Como platos principales destacaríamos, entre las carnes,  la suprema rellena con foie o el steak tartar de solomillo de buey ; entre los pescados el bacalao, el lenguado gallego o el tartar de atún con caviar de trufa negra, aunque nos decantamos por el atún rojo en láminas con aceite de oliva virgen y soja, y las vieiras sobre pasta fresca y salsa perigord, especialmente recomendables. Por último queremos destacar (aunque no los probamos) la oferta de rissotos: de cochinillo confitado y trufa al parmesano, de carabineros y langostinos a la brasa y el meloso con arroz negro y calamares.
Postres muy apetecibles, que nos hicieron dudar entre la trilogía de chocolate con chocolate caliente y el tiramisú con chocolate si bien, finalmente, optamos por la tarta horneada de queso con chocolate blanco y caramelo (similar a un flan), muy rica.
Público elegante y -al menos a mediodía- con hombres trajeados; más informal y moderno por las tardes y noches. Personal atento.
En resumen, restaurante muy agradable y elegante, con platos muy apetecibles a un precio un tanto alto, pero acorde a la calidad y ambiente generales.
Precio medio: 40€ por persona, bebidas aparte.
Nuestra valoración general: 8/10.
GastroTip: restaurante muy recomendable, tanto para comidas o cenas de trabajo como para salir una noche a cenar en pareja o con amigos.

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